Para poder entender la llegada de los visigodos a la península Ibérica, es necesario conocer un poco sobre sus antecedentes. Los visigodos eran un pueblo germánico que se estableció en la región que actualmente conocemos como Hungría en el siglo IV d.C. Tras la caída del Imperio Romano de Occidente, los visigodos se trasladaron hacia el oeste, estableciéndose en la región de Aquitania, en la actual Francia.
En el año 418, los visigodos firmaron un tratado con el Imperio Romano que les permitió establecerse como foederati, es decir, como aliados de los romanos. A cambio, los visigodos se comprometieron a luchar contra otros pueblos invasores, como los vándalos y los suevos. Durante este periodo, los visigodos mantuvieron una relación compleja con el Imperio Romano, enfrentándose a veces como enemigos y otras veces como aliados.
En el año 507, el rey visigodo Alarico II decidió invadir la región de la Galia, que en ese momento estaba bajo control del reino franco. Alarico II esperaba poder expandir su territorio y aumentar su poder en la región. Sin embargo, se encontró con una fuerte resistencia por parte de los francos, liderados por el rey Clodoveo I.
La batalla de Vouillé fue el enfrentamiento decisivo entre visigodos y francos. A pesar de la valentía de las tropas visigodas, lideradas por Alarico II, los francos lograron una victoria contundente. Alarico II murió en combate y los visigodos sufrieron grandes pérdidas. Tras esta derrota, los visigodos perdieron gran parte de su poder en la Galia y se vieron obligados a retirarse hacia el sur, hacia la península Ibérica.
Tras la derrota en la batalla de Vouillé, los visigodos se establecieron en la península Ibérica, donde fundaron un nuevo reino. Uno de los monarcas más destacados de este periodo fue Leovigildo, quien reinó desde el año 568 hasta el año 586.
Leovigildo fue un líder fuerte y decidido, que logró unificar gran parte de la península bajo el control visigodo. Durante su reinado, llevó a cabo una serie de reformas administrativas y militares que fortalecieron el poder visigodo en la región. Además, Leovigildo se convirtió al arrianismo, una corriente herética del cristianismo que había sido la religión oficial de los visigodos desde su llegada a la península.
La sociedad visigoda estaba dividida en distintas clases sociales, siendo la nobleza visigoda la más poderosa. Los nobles visigodos controlaban gran parte de las tierras y ejercían un fuerte poder político en el reino. Además, poseían privilegios fiscales y prestigio social que los distinguían del resto de la población.
Los nobles visigodos vivían en grandes residencias, conocidas como villae, donde llevaban una vida acomodada y lujosa. Estas villae eran centros de poder y riqueza, donde se tomaban las decisiones políticas y se celebraban festividades y banquetes.
Además de la nobleza visigoda, la sociedad visigoda también incluía a los hispanorromanos, es decir, a la población autóctona de la península Ibérica, y a la comunidad judía. Los hispanorromanos eran en su mayoría campesinos y artesanos que trabajaban las tierras de los nobles visigodos, mientras que los judíos se dedicaban al comercio y a actividades financieras.
Los hispanorromanos y los judíos sufrían discriminación por parte de los visigodos, que los consideraban inferiores debido a su origen étnico o religioso. A pesar de ello, lograron mantener sus culturas y tradiciones, contribuyendo de esta manera a enriquecer la sociedad visigoda.
El año 711 marcó un punto de inflexión en la historia de la península Ibérica con la invasión musulmana. Las tropas musulmanas, lideradas por Táriq ibn Ziyad, desembarcaron en el estrecho de Gibraltar y rápidamente avanzaron por el territorio visigodo, conquistando gran parte de la península en pocos años.
La resistencia visigoda fue débil y desorganizada, lo que facilitó la conquista musulmana. Muchos nobles visigodos se sometieron a los nuevos gobernantes musulmanes, mientras que otros huyeron hacia el norte, donde fundaron pequeños reinos cristianos que se convertirían en los protomediadores de la futura Reconquista.
A pesar de la caída del reino visigodo, su legado perduró en la península Ibérica. Los visigodos introdujeron nuevas instituciones políticas y sociales, como el código visigodo, que influirían en el desarrollo futuro de la región. Además, la presencia visigoda dejó huella en la arquitectura y el arte, como se puede apreciar en monumentos como la iglesia de San Juan de Baños en Palencia.
En resumen, la llegada de los visigodos a la península Ibérica marcó un periodo de transición y cambio en la historia de la región, que tendría repercusiones duraderas en la sociedad y la cultura de la península.